“Somos lo que comemos” reza un dicho común
entre los nutricionista y médicos, y ciertamente la comida juega un papel
preponderante en nuestra salud y forma de vida. El cuerpo humano es una máquina
maravillosa que transforma los alimentos que ingerimos en componentes químicos
que este puede usar para mantener en funcionamiento sus diferentes partes como
piezas de una maquinaria. Así mismo, el exceso de alimentos va, por decirlo
así, a un tanque de combustible del cual puede ser extraída la energía
necesaria en caso de que haya escasez.
Puesto que cada ser humano es diferente
genéticamente y además habitamos en diferentes entornos, definir una dieta saludable es una tarea que debe ser personalizada
para cada individuo. De manera general se ha diseñado lo que se conoce como la
pirámide alimentaria, que no es otra cosa que una distribución gráfica de lo
que se supone es una dieta saludable que indica la importancia de cada grupo
alimenticio y las cantidades que deben consumirse de cada grupo.
Sin embargo, con frecuencia se pasa por
alto el hecho de que hay ciertos factores que afectan la composición de esa
pirámide. Note el caso de quienes viven en regiones con temperaturas
extremadamente bajas. En casos como este, y otros donde el cuerpo humano quema
calorías en abundancia para poder mantener estable la temperatura corporal, las
personas deberán consumir una porción mayor de alimentos que aporten esas
calorías gastadas. De la misma manera, la edad, el peso y el sexo del individuo
afectarán en mayor o menor medida la distribución y cantidad de alimentos que
deben consumirse y la definición de una
dieta saludable. Por otro lado, la composición de una dieta saludable va
variando con el tiempo en virtud de los efectos que esta causa en el organismo
y las condiciones en que este pueda encontrarse.
El profesional de la nutrición (llámese
nutricionista, nutriólogo, o como le digan su país) es el responsable de
diseñar para cada individuo la dieta que mejor se ajuste a sus necesidades
particulares.